La doctora Matilde
Hace 154 años nació la primer médica cirujana en México, conoce su historia.
Los obstáculos que sorteó una mujer en el siglo XIX para ser la primer médica.
Aquella tarde del 24 de agosto de 1887, poco antes de que el reloj de
la iglesia de Santo Domingo diera las cinco de la tarde, por el portoÌn
de la Escuela Nacional de Medicina entraban maÌs personas que de
costumbre. La mayoriÌa no eran estudiantes ni profesores: se trataba de
insignes médicos, ingenieros y abogados, damas encopetadas de la élite
porfiriana y funcionarios de primer nivel.Todos pasaban a un salón
reservado para asuntos menores que, ese día, sería escenario de una
ocasión más que especial. Cinco minutos antes de comenzar, un enviado
del Palacio Nacional avisó que estaban en camino el mismísimo general
don Porfirio Díaz y su esposa Carmelita, acompanÌados del secretario de
GobernacioÌn, Manuel Romero Rubio.
Los directivos urgieron a pasar de inmediato al magnífico salón de actos y a las cinco se hizo silencio. Matilde Montoya sintió a su espalda los ojos de la concurrencia.
Al frente, los seis severos profesores del jurado, médicos eminentes,
durante dos horas le lanzaron preguntas de anatomía, microbiología,
higiene, patología, farmacología... Temblaron las sílabas en la primera
respuesta, pero después las palabras brotaron con fluidez y convencieron
al jurado. Un nutrido aplauso recorrió la sala y los pasillos. Don
Porfirio la felicitó. Nunca antes una mujer había tenido el atrevimiento de presentar su examen profesional para titularse como médica cirujana.
A la mañana siguiente llegó al Hospital de San Andrés para la parte
práctica del examen, cuyo jurado presidió Romero Rubio, en nombre del
Presidente. Empezé el recorrido por los pabellones del hospital. Cada
profesor elegía a un enfermo como caso clínico, y ella debía emitir
diagnóstico y pronóstico. El trecho final, la prueba ante un cadáver,
despertaba más dudas acerca de la entereza de Matilde, pero a ella no le
tembló el bisturí.
Cuando se escuchó “aprobada por unanimidad”, los presentes, incluida su
madre y compañeros, aplaudieron vigorosamente. Romero Rubio improvisó
un elogio del gobierno a la mujer... aunque de 11 millones de mexicanos sólo hubiera una médica cirujana partera titulada.
La flamante doctora recobroÌ el aliento para escuchar el poema con que
María Argumedo celebró su osadía de pisar territorio masculino. Recibió
su título de manos del secretario de Gobernación, con lo que el
gobierno validó el derecho de las mujeres a obtener títulos universitarios.
Considero justo reconocer la labor de la mujer y hacer mención de
quien es considerada la primera mujer médica de México: Matilde Petra
Montoya Lafragua, cuya vida está marcada por hechos que indudablemente
pueden considerarse como heroicos. Esta extraordinaria mujer nació en la
ciudad de México el 14 de Marzo de 1857. Su madre, que era
orgullosamente originaria de nuestra ciudad de Puebla se había casado
con un hombre conservador y extremadamente moderado. Bajo este carácter
dominante, le prohibía incluso hasta “salir a la calle”, de modo que,
cuando nació su hija no tuvo más que dedicarle todo el tiempo para
educarla en una forma excepcional. A los cuatro años de edad, ya sabía
leer y escribir, convirtiéndose en una ávida lectora. El padre, no
comprendiendo este interés en cultivarse, le limitaba el acceso a la
educación, que fue transpuesto por la madre consiguiendo libros y
apuntes de todo tipo. Esto dio lugar a una cultura y educación
sobresaliente que curiosamente iba a marcar una vida de lucha y
polémica, pues desde pequeña era rechazada de las escuelas por su corta
edad. Con maestros particulares, la futura doctora Matilde se preparó
para el examen oficial de Maestra en Primaria que aprobó sin dificultad;
pero debido a que contaba con 13 años de edad, no le fue otorgado un
puesto, pese a estar titulada. Sin rendirse, continuó estudiando de modo
que 3 años después, recibió el título de Partera de la Escuela de
Parteras y Obstetras de la casa de Maternidad. Ya para entonces tenía
bien definida su vocación de ser médica. Para poder lograrlo, trabajó
con dos médicos (Luis Muñoz y Manuel Soriano) buscando como objetivo
ampliar conocimientos en Anatomía General y terapéutica.
A los 18
años logró un amplio reconocimiento social; sin embargo, sufrió el
rechazo contundente de médicos locales que la acusaron de “masona y
protestante” y a través de notas periodísticas, invitaron a la población
para dejar de acudir con dicha mujer poco confiable. Para contrarrestar
estos hechos, se inscribió en la Escuela de Medicina de Puebla y fue
aceptada por su brillante examen de admisión, motivo por el cual la
admitieron en una ceremonia pública a la que concurrieron el gobernador
del estado, todos los abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y
muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo. Pero los
sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo
encabezado con la frase: “Impúdica y peligrosa mujer pretende
convertirse en médica”.
Agobiada por las críticas, Matilde Montoya
decidió trasladarse a la ciudad de México, donde solicitó su
inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada por el
entonces director, el doctor Francisco Ortega, en 1882, a los 24 años.
Pero no faltaron quienes opinaban que “debía ser perversa la mujer que
quiere estudiar medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos”.
Mientras
estudió, siempre fue sujeta de críticas, burlas, escarnios y protestas
debido a su presencia como única alumna, aunque también recibió el apoyo
de varios compañeros solidarios, a quienes se les apodó “los montoyos”.
Después
de una serie de intentos fallidos por darla de baja y una lucha feroz,
logró el título de médica, solamente bajo el apoyo presidencial de
Porfirio Díaz. Entonces tuvo qué enfrentarse a otro problema: la
difamación de que había obtenido su título por “decreto presidencial”.
El
24 de agosto de 1887 por fin logró titularse, desempeñando una carrera
particularmente productiva y brillante hasta su muerte, el 26 de enero
de 1939 a la edad de 79 años.
Indudablemente la doctora Matilde
Petra Montoya Lafragua es ya un icono de nuestra historia pero sobre
todo, marcó la ruta para que las mujeres, en nuestro país, pudiesen
tener acceso a la educación y desarrollo en todas las profesiones. Bajo
esta visión, ningún elogio es suficiente para reconocer su valor.
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Montoya, primera mujer médica de México.</a>, Escrito por Martha
Ilián Salgado, Copyright © por Plenilunia® S.C.
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